Cuando el malestar te atrapa y crees que nunca volverás a estar bien
Cuando estamos zambullidos en un bajón emocional (lo que se conoce como disforia o malestar emocional) hay ciertas estructuras cerebrales que se activan y que en ese momento suelen generar la distorsión cognitiva de que vas a estar mal siempre. A muchos nos ha pasado que nos dejamos secuestrar por una sensación de que el bajón ha venido y de que además lo ha hecho para quedarse.
Esto es lo que yo llamo cronocentrismo. Esta distorsión mental consiste en percibir que ese estado emocional va a eternizarse, que nunca vas a escapar de él y es que literalmente para algunas personas es como si se olvidaran de que hacía dos semanas el sol estaba fuera.
Para entender esto debemos comprender que las emociones negativas operan por un criterio conservador (ante la duda éstas tenderán a permanecer, más bien y justamente al contrario de las emociones positivas, que solemos percibir que son más líquidas y extinguibles). Es importante entender esto, cuando te sientes mal, porque por ejemplo lo acabas de dejar con tu pareja, en ese momento piensas que vas a estar mal siempre y dicho pensamiento te hace rehén de tu malestar emocional.
Se te olvida que esa especie de “inflamación” de tu apego es algo transitorio, una consecuencia del desgarro que supone el abandono de un vínculo. Se te olvida que una vez el malestar emocional baja su intensidad tus emociones tenderán a volver a un cauce menos intenso y se te olvida que con las semanas y los meses podrás ser (y serás) aquella persona que en ese momento no eres capaz de concebir ni de imaginar –Cuantas personas he escuchado formular desde el centro del huracán del duelo de una ruptura la frase “nunca jamás volveré a tener pareja” y que (curiosamente) a los pocos meses ya están coqueteando con alguien que no tarda convertirse en su nuevo vínculo sexo-afectivo. Quizás, en ese momento, estaba siendo cronocéntrico.
Para empezar a reconstruirse tras las adversidades suele ser un buen punto de partida el acordarte de que no vas a estar en esa jaula eternamente, que quizás necesitas tiempo para procesar aquello que te está ocurriendo o para dar tiempo a tu cerebro y tu organismo a que se habitúe a una nueva circunstancia (tal como pasa (especialmente) en las rupturas emocionales súbitas o inesperadas)
El no desligar ni dar una tregua a tu estado puede que te zambulla aún más en la rumiación y en pensamientos ansiógenos. Suele sufrirse más cuando tenemos una actitud de rechazo hacia nuestro propio estado o de querer pasar página rápidamente sin detenerse a digerir un dolor que a veces es necesario, e incluso terapético, que uno se lo permita.
Para evitar el cronocentrismo debemos acordarnos de que somos seres psicodinámicos y que no nos vamos a atascar necesaria ni eternamente en la manera en la que ahora estamos sintiéndonos. Por ello una buena máxima podría ser la de no escapes, dale tiempo, permite tu estado, no quieras luchar contra él, no quieras ahogarte en él, date tiempo para desarrollar un espacio donde tú lo suavices y no sea tu estado el que te hunda a ti. Y recuerda que el querer escapar normalmente te lleva a la aceleración, pero que dicha aceleración puede acabar por procurarte (paradójicamente) una “indigestión” afectiva.
Te recuerdo que esto es un consejo muy genérico donde solo trato de ilustrar un fenómeno común (que es el de cronocentrismo) y que debemos partir del principio de que cada persona tiene su propia circunstancia y que cada situación debe ser tenida en cuenta de manera particular.
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Francisco Escudero
9-3-24
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