Sobre cómo las creencias biologicistas de la depresión empeoran nuestro estado al impedirnos recuperar el control.
Hay creencias que nos lavan las manos y nos consagran en la pasividad
La manera en la que, por lo general, afrontamos una circunstancia depende muy estrechamente de cómo la interpretamos. Por ejemplo, reflexionemos sobre el empeño, motivación y esfuerzo emprendido en la limpieza de nuestro hogar. Puedo percibir esta tarea como una actividad que tiene un valor positivo y retribución a largo plazo ꟷmayor comodidad en el hogar, mayor higiene…ꟷ y también puedo concebirla como un momento, para a la vez, reflexionar o escuchar música. Sin embargo, si percibo la realización de esta tarea como una pérdida de tiempo es probable que me implique menos en la búsqueda de fuentes de motivación y que, con más probabilidad, acabe evitando la limpieza.
Pongamos otro ejemplo. Cuando una persona decide abandonar una adicción al consumo es probable que se exponga a numerosas tentaciones ꟷlo cual es normal, puesto que las ganas no desaparecen (normalmente) de un día a otroꟷ. La manera en la que esa persona interpreta esas tentaciones pueden marcar de manera muy significativa el abandono de la adicción. Puede entender la tentación como una muestra de que aún falta resistencia por desarrollar, una señal de que debe seguir entrenando para evitar el consumo. Es decir, las tentaciones pueden ser percibidas como buenas oportunidades para “educar a nuestra mente” gracias a la exposición y sucesiva dominación de la tentación. Por otro lado, esa persona también puede percibir la tentación como una demostración de que es “un drogadicto sin remedio” por mucho que se esfuerce, como una señal de su condición de enfermo crónico que se confirma ante la presencia de su "incorregible falta de voluntad". La primera interpretación le llevará al desarrollo de autocontrol, la segunda posiblemente a una serie de recaídas reiterativas.
Otro ejemplo más podría referirse a la manera en la que una persona interpreta las rupturas sentimentales que ha vivido. Puede verlas como una manera de aprender, madurar emocionalmente, exponerse al abandono y descubrir que puede reponerse de los duelos. Pero también puede percibirlas como una confirmación de la incapacidad que tiene de mantener relaciones estables, o como una derrota ante un estándar social en el que se posiciona como fracasado en el ámbito amoroso.
En todos los ejemplos citados, la primera perspectiva normaliza nuestra condición y nos permite abrir nuevas puertas, la segunda supone un juicio social que nos impide avanzar. En la primera interpretación estamos siendo más adaptativos, observando el evento con una mirada flexible y desdramatizada. En la segunda, con más probabilidad, nos dejaremos llevar por la desesperanza, la frustración, la culpa y el consecuente agotamiento.
Esta idea desarrollada parte de un principio básico en psicología: lo que pensamos y percibimos en buena medida es lo que construimos. Aquellas creencias que construimos vienen condicionadas por nuestra personalidad, patrones alimentados de pensamiento, actitud, estado de ánimo. Pero también por los constructos que se erigen en nuestra cultura, lo que se alimenta por nuestro medio; lo que nos dice la televisión, el discurso que ostentan nuestros grupos de referencia y pertenencia, lo que nos sugieren nuestros allegados y familiares. Pese a ello, no viene mal autoproclamarse capaz de poder influir en aquellas creencias que tenemos y poder entender que tenemos la capacidad de diseccionarlas y modificarlas activamente si lo creemos conveniente. Un buen comienzo podría ser reconocer nuestra tendencia a construir lecturas, bien totalmente blancas o bien totalmente negras ꟷvaso medio lleno o medio vacíoꟷ, prescindiendo de concebir la escala de grises intermedia, así como entender que dicha polarización de nuestras creencias ꟷpensamiento dicotómicoꟷ tiene una gran influencia en el devenir y empoderamiento de nuestra vida, e incluso, en nuestra salud mental.
¿Qué pasa con la “depresión”? Como he expuesto, la manera en la que interpretamos lo que nos sucede influye de manera muy significativa en cómo lo afrontamos. En este caso, la propia manera en la que percibimos lo que apostillamos como “depresión” marca una influencia abismal en el transcurso y evolución de nuestro estado. En ese momento podemos no darnos cuenta de cómo, incluso las palabras que usamos pueden dibujar posibles nuevos escenarios, y otras veces, las cadenas a las que nos atamos.
La presencia de “depresión” en una persona suele caracterizarse por la sensación de falta de control sobre la propia vida. Abandonamos actividades gratificantes que antes hacíamos, se esfuman motivaciones que antes teníamos y, aquello que en nuestro ideal deseamos, aparece en un horizonte aparentemente inalcanzable e imposible. Como sustitución nos acomodamos en actividades en las que evitamos exponernos a la frustración de “afrontar lo realmente importante” tales como jugar a videojuegos demasiadas horas, dormir indefinidamente... Hagamos lo que hagamos, parece que accedemos al territorio de la incapacidad, del abandono de lo gratificante y la desmotivación, lo cual al final lleva a la desesperanza, la desidia, la pasividad y la falta de energía. En esta condición, resulta recurrente que algunas ideas se depositen en nuestra mente y traten de explicar lo que nos sucede. Por ello debemos preguntarnos, ¿Qué creencias deposito sobre el hecho de sentirme deprimido? Esta pregunta puede ser cuestionada de la misma manera que nos podemos preguntar: ¿qué nos motiva a limpiar la casa? ¿Qué significa experimentar tentación para un adicto? ¿Qué significa tener rupturas sentimentales?
No hay un consenso total sobre una teoría explicativa de la depresión. Pero hay algo que sí sabemos, la explicación no es estricta y reducidamente biológica. La depresión no se desarrolla porque un desajuste incorregible de serotonina nos domine y no tengamos capacidad de influir voluntariamente en ello. Tampoco es un despliegue genético heredado de nuestros padres o abuelos que no podamos revertir o controlar. Sin embargo, esta creencia está ampliamente extendida.
La interpretación reducidamente biológica tiene una implicación importante para el que se atribuye el diagnóstico de depresivo. Ante dicho problema conseguimos echar "más leña al fuego en la depresión" puesto que encontramos una explicación que, lejos de permitirnos recuperar el control, nos hace sentir con menos control y más sumidos en los avatares y fuerzas externas sobre las que no podemos influir. Esto puede suceder más aun si depositamos toda nuestra "fe" en un psicofármaco que también refuerza dichas creencias: "la atribución de toda ligera mejoría al consumo de fármacos o la explicación de todo síntoma por principios estrictamente biológicos”.
Esta perspectiva biologicista es un ejemplo de construcción mental que acaba por configurar nuestra realidad. Si yo creo que cambiar depende de algo externo ꟷun psicofármacoꟷ entonces estoy viviendo con la creencia de que no puedo cambiar ni modificar mi estado. De este modo estoy dibujando las cadenas en las que no concibo como posible tomar el control, estoy autoproclamando mi incapacidad. Si creo que mi estado empeorará y que no puedo hacer nada por remediarlo al final será lo que suceda porque da la casualidad de que la depresión se alimenta y sobrevive, precisamente, de la miopía que generan esos pensamientos.
Si esta creencia nos domina nos olvidaremos del principio básico de que la recuperación de motivación, activación y control depende de las acciones inmediatas que llevamos a cabo. El proceso depresivo se puede invertir. Esto no se logra de un día para otro, pero uno de los primeros pasos puede ser asumir la responsabilidad de nuestro estado y concebir hasta qué punto creamos la realidad con nuestras creencias y acciones. Quizás no podamos todavía recuperarnos, pero sí podemos imaginar que al final del túnel hay luz, lo cual es muy distinto a percibir que vivimos irremediablemente encadenados. De esta manera ya estaríamos abriendo nuevas puertas ꟷdibujando grises en el negro absolutoꟷ y más dispuestos a contemplar soluciones o maneras distintas de desenvolvernos ꟷde igual modo que el que se "atreve" a dejar de evitar el contacto afectivo ante el miedo de que se repita la historia de "desamor"ꟷ
La persona “depresiva” se suele sentir desolada y desalentada. Su mente le lleva constantemente a dar vueltas sobre el “por qué” esto está sucediendo. Se siente desesperada por encontrar respuestas. La explicación biologicista entra en sintonía con la tendencia de la persona a evitar la responsabilidad de sus actos, estado, emociones y creencias. Hay creencias que nos lavan las manos y nos consagran en la pasividad. Otro caso sería el de la persona cree que el único factor del estado depresivo es un “suceso infantil traumático” y construyen todo el relato de su vida como una derivación pasiva de aquel suceso ꟷde nuevo, una creencia irresponsabilizanteꟷ. En este punto la persona puede llegar a estar en cama si motivación para ninguna actividad, acrecentando su propio padecimiento y esperando que algún día alguna revelación aparezca y él llegue a comprender sus enigmas internos. Aquí cabría otro cuestionamiento ¿Estamos deprimidos y por eso dormimos o como dormimos mucho nos sentimos deprimidos? La neurociencia cada día encuentra más evidencia de que los sentimientos y estado de ánimo se generan a raiz del estado percibido ꟷinterocepciónꟷ de nuestro cuerpo, cosa ante el cual la actividad física y los buenos hábitos tienen una importante influencia.
Todas estas explicaciones nos pueden poseer y convencernos de la imposibilidad de control e impedirnos recuperar las riendas perdidas. ¿Qué sería lo adecuado? Quizás empezar a simplificar la realidad, comprender el circulo vicioso en el que nos hayamos incrustados y comenzar a tomar medidas al respecto sin esperar que ninguna entidad externa o remedio nos salve más allá de nuestro propio autocontrol y autoeficacia. Sin ánimo de minimizar la importancia de ambos componentes ꟷ”biológico” e “historia persona”ꟷ no podemos entender éstos como fuerzas autónomas que despliegan unidireccionalmente nuestra conducta, emoción y pensamiento. Nuestra conducta, cuenta, nuestra creencia cuenta, nosotros contamos.
Al igual que la limpieza puede ser algo útil y entretenido y las rupturas sentimentales buenas oportunidades para progresar, el estado depresivo es un reflejo, un signo de que algo anda mal, de que no estamos adaptados. Si esto no se manifestara nunca nos movilizaríamos para establecer cambios. Podemos ver la depresión como un signo que nos indica que debemos seguir averiguando, y operando, hasta podernos sentir conectados con nuestra condición vital. En este sentido, la depresión puede llegar a verse como un aliada ꟷigual que la tentación para un adictoꟷ y como un indicador que cuanto más me esfuerce por normalizar, y menos por demonizar, más probabilidad tendré de comprenderlo y de que me lleve a una nuevo área fructífera que me permita vivir más de acuerdo a mis necesidades o los requerimientos del entorno. También resulta incluso, a largo plazo, una buena oportunidad de acceder a creencias o presupuestos que antes no nos podríamos haber permitido ver o cuestionar, pero que como en todas las crisis, aun con su sabor agrio, nos dan la oportunidad de retroceder y revisarnos la narrativa de nuestra vida.
Un buen paso podría consistir en descubrir y permitirnos ver que la depresión no es un estado perpetuo, sino consecuente a una condición vital, y que si sobre algo puedo ya tener control es sobre la manera en la que lo concibo. Como dice el psicólogo Jorge Barraca Mairal “la depresión es, antes que un trastorno clínico, una condición existencial reveladora de problemas de la vida, un “barómetro” que mide la “presión” a la que está sometida nuestra seguridad en la vida, una vibración de nuestra sintonía y desintonía con el mundo en un momento dado”. Tenemos libertad para ver la depresión como una condena, o bien, como un entramado doloroso ꟷpero lógicoꟷ en el que hemos entrado, pero del cual podemos aprender a salir permitiéndonos sacar más de una lección sobre la naturaleza de la mente y nosotros mismos, y afianzar la idea de que, en última instancia, nosotros elegimos el enfoque.
Francisco Escudero - 20/03/19
Psicólogo en Los Remedios, Sevilla: www.fescudero.com Contacta con nosotros
Tambien en Bormujos: www.centrobiem.es
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