Cuando el pensamiento es excesivo
El dolor es inevitable. Pretender vivir sin dolor es tener las aspiraciones de una escoba. Tanto el dolor como el placer son consustanciales a la vida y ambos suponen un motor esencial para que nos desarrollemos tal como expliqué en el video anterior. Si no nos afectara una mala noticia, una pérdida, una decepción, o la rotura de un hueso, no podríamos evolucionar, si no conociéramos el dolor no cuidaríamos de nuestro cuerpo ni conoceríamos nuestros límites. Aunque nos cueste entenderlo, las emociones negativas y el dolor tienen importantes funciones en nuestro organismo y son garantes de nuestra supervivencia.
El problema es cuando el dolor se convierte en sufrimiento. Se suele atribuir a Buda la frase “el dolor es inevitable y el sufrimiento es opcional”. Y es así, el dolor es también espontáneo y el sufrimiento es evitable. Y ese accesorio del dolor, el este tipo de sufrimiento al que me estoy refiriendo, sucede porque el ser humano dispone de un arma de doble filo que es la mente.
Nuestra imaginación y capacidad lógico-deductiva nos puede aproximar a bellas obras de arte y a soluciones creativas dadas a los problemas. Pero también nos permite recrearnos en la catástrofe o encerrarnos en un pesimismo desproporcionado y hacer que acabemos por dar vueltas dentro de la jaula de nuestra mente. Al resto de animales no les pasa esto. Tu perro puede salir de tu casa y encararse a otro perro sacándole rabioso los dientes, y a los segundos menear la cola contento mientras le enseñas un hueso para masticar.
Por lo general, el ser humano no cambia de un estado a otro con tanta rapidez porque mientras que el perro se basa en lo que ve para reaccionar, el ser humano ve, pero también imagina, retiene en la mente, interpreta, y eso nos lleva a recreamos en los recuerdos vividos de manera incesante. Es decir, tenemos consciencia.
Nosotros llegamos a casa de nuestro trabajo, y mientras que el perro regresa a su cama tras el paseo para reposar de nuevo plácidamente, nosotros mientras preparamos la cena, estamos pensando en exceso y dando vueltas a aquello que es inevitable y aquello que escapa de nuestro control y obcecándonos en aquello malo que nos ha pasado y estrechando el foco de la atención dándole solo cavidad a esa discusión con nuestro compañero de trabajo, alimentando una y otra vez esas emociones negativas hasta el punto de llevarnos las preocupaciones a la cama.
Las emociones tienden a autoperpetuarse, las emociones quieren permanecer, conservarse, es decir, si uno está preocupado va a buscar más motivos para seguir estándolo. Si estás asustado tu mente se va a enredar buscando más motivos para permanecer asustado. Este es el motivo por el que rumiamos el pensamiento y damos vueltas a los problemas incesantemente, nuestro bichito mental, que es un mecanismo basado en los principios de supervivencia, quiere estar ahí para garantizar que vamos a estar protegidos, por eso cuesta a veces tanto desconectar de aquellos pensamientos negativos.
Es por ello, que nuestra mente es un preciado tesoro del sistema nervioso, pero también una condena en ciertos momentos, es por esta razón que nuestra mente puede ser una fuente de inspiración si sabes regular sus instintos y mecanismos, pero también una fuente de sufrimiento.
Y el problema es que cuando perpetuas tu preocupación y alimentas esa emoción más allá de ese acontecimiento, más allá de ese momento. Es decir, cuando sigues preocupado horas después de que te den la mala noticia tu cerebro más primitivo o reptiliano también está activado durante horas. Pocas veces verás a un perro gruñir durante horas si ya no hay provocación, pero el humano puede enviar mensajes constantes a su cuerpo de que se active y se estrese sin que haya nada externo ocurriendo en ese instante, pero como resultado de nuestra proyección e imaginación. Esta sobre-activación mantenida en el tiempo, unida al sedentarismo puede ser el motivo de muchos problemas de salud asociados al estrés o la ansiedad.
Quiero dejar claro que conceptos como dolor y sufrimiento son más complejos de lo he expuesto en este video, esta es solo una faceta y una dimensión del dolor. Antes de hacer una valoración es importante comprender que cada uno tiene su circunstancia (en otras palabras, no vayamos a decirle a una persona que sufre quitando frutas en Agosto en Andalucía 12 horas al día que su problema es el exceso de pensamiento, o que a alguien que está siendo maltratado tiene un problema de rumiación).
Para concluir, quiero también aclarar que este fenómeno que he descrito, que es el exceso de pensamiento, en muchos casos está presente en distintas dolencias como la depresión o la ansiedad. Quiero que sepas que acudir a un profesional de la salud mental (y tras hacer una valoración de tu caso concreto) puede ayudarte a regular las preocupaciones, escuchar el dolor y aprender a convivir con él sin convertirlo en una fuente sufrimiento, es decir, aprender a centrarte en el presente, a suavizar las emociones, a permitirlas y a dejarlas estar. Espero que te haya ayudado.
Creo que podrías agregar también que estamos acostumbrados a sentir dolor, ese hábito, esa costumbre de nuestra mente de permanecer en un estado de tristeza o fastidio por el hecho de que es algo familiar, común, que pareciera forma parte de nosotros. "Alimentas la emoción” podría ser también una forma de decirlo ya que después pones el ejemplo de la parte primitiva de nuestro cerebro.
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Francisco Escudero
25-2-23
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